Desde antes de llegar a San Petersburgo ya tenía la sensación de que iba a encontrar cosas que se salían un poco de los marcos en los que nos movíamos. Pensaba en la decoración particular de las iglesias ortodoxas, en los nombres de las calles escritos en alfabeto cirílico, en las marcas que podían haber dejado los zares o la época de la URSS, en las huellas de Petrogrado y Leningrado.
No estaba tan confundida, la ciudad me tenía sospesas preparadas; pero iban más allá de lo que pensaba encontrar. Si llegar hasta acá ya había sido una experiencia en sí, pasar unos días recorriendo la ciudad hicieron que me sienta en otro planeta.
La gente usa mucha (muchísima) ropa de piel:
Por supuesto que ese es un condimento que le sumó el invierno, pero el imaginario que muchos tenemos de un ruso usando gorrito de piel y saco largo se confirmó una y otra vez caminando por las calles . Los rusos se visten casi completamente con pieles: botas, carteras, gorros, guantes, sacos, sacos y sacos.
Estando ahí se entienden perfectamente los motivos: el invierno es crudo y el frío no perdona; una vez pasada la frontera y puesto el último sello para entrar al país la temperatura desciende por lo menos 10 grados casi como un acto de rebeldía de parte de un país que tanta fama de ser gélido se ha ganado (y no en vano).
De todas maneras, el frío no parece tratar de igual forma a visitantes y locales; como los mosquitos, que elijen a quien picar, la temperatura también elegía ser más dura con los extranjeros: cuando ya nos habíamos puesto toda la ropa que teníamos en la mochila, cuando ya no podíamos movernos por las capas de tela y aún así creíamos morir del frío, los rusos se paseaban por las calles acostumbrados a que el termómetro marque temperaturas bajo cero, con las manos y las caras (¡A veces incluso las piernas!) descubiertas.
El metro es coqueto:
El metro de San Petersburgo es casi una visita obligada para quienes quieran conocer la ciudad. Es que no es como cualquier otro: además de ser el más profundo del mundo, probablemente sea el que tiene más estaciones bellamente decoradas. Como la estación del metro del Louvre en Parías, o la estación Goya de Madrid las terminales de la ciudad de los zares están decoradas con mosaicos, pinturas y candelabros que por algunos momentos te hacen dudar si estas allí o perdido por algún palacio ruso.
Además, los tickets de viaje no son, como la mayoría de las veces, de cartón, sino que se entregan fichas, similares a monedas que le terminan de dar un toque particular.
Policías en las calles:
Suele ser normal, en algunas capitales en especial, que la policía ronde a pie. Pero aquí los que llevaban los uniformes no eran sólo los miembros de la policía, sino también gran cantidad de jóvenes adolescentes, e incluso grupos de nenes de no más de 10 años.
Intenté encontrar los motivos en la obligatoriedad del servicio militar, pero ya habíamos visitado otros países con la misma condición, y en ninguno de ellos se dio ese fenómeno.
Navidad en enero:
Como ya he contado antes, grande fue nuestra sorpresa cuando nos enteramos de que teníamos otra oportunidad para festejar navidad. La Iglesia rusa conserva, para las festividades religiosas, el calendario juliano en lugar del gregoriano.
De todas maneras, el festejo no se parece ni de lejos a los que solemos estar acostumbrados. De hecho, prácticamente no se celebra, tanto es así que casi pasa inadvertida para nosotros.
La fiesta se reserva para el año nuevo, que tiene lugar unos días después, el 14 de enero, aunque en Navidad las Iglesias suelen estar llenas.
Aman a su presidente:
La adoración que tiene por Putin es tan grande que el merchandise presidencial está en todas y cada una de las tiendas de regalos y/o souvenires. Si bien es cierto que en muchos lugares del mundo la figura del mandatario ha cobrado tanta fama y reconocimiento que se ha ganado alguna imán, taza o figurilla de su persona, la variedad que encontré en San Petersburgo es sin igual: remeras, tazas, imanes, relojes, almanaques, billeteras, llaveros, fundas para teléfono, cantimploras, vajilla, papel higiénico. Todo, absolutamente todo lo que pueda venirte a la mente. Putin dando un discurso, Putin montando un caballo, Putin abrazando un cachorro, cazando osos, pescando; «The kindest president», «What a great guy»,»meanwhile in Russia…», «Go Russia!».
Horizonte gris:
El glamour de la ciudad de los zares se mezcla con el humo gris de la fábricas en un telón de fondo que parece lejano…pero no está tan lejos. Supongo que las nubes de humo empañando las vistas y posiblemente también la contaminación que pareciera reflejarse en el río van inevitablemente de la mano con el hecho de ser potencia industrial mundial.
Música para la ocasión:
Todavía dudo si fue casualidad o no; pero en San Petersburgo baño en el que entré, baño en el que sonaba música. En el hostel la radio se prendía automáticamente cuando prendíamos la luz al entrar, en los bares la mantenían encendida. ¿Será otra de esas costumbres rusas que sorprenden al visitante o mera coincidencia?
29 noviembre, 2017 at 2:34 pm
Hola, quisiera saber como son los precios mas o menos y el tema comida. Me encantaria ir.
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29 noviembre, 2017 at 6:13 pm
Hola Fernanda! En general, es todo muy económico, lo mismo en restaurantes. Ojalá puedas visitarlo!
Besos.
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